En los últimos tiempos han asaltado los medios de comunicación un conjunto de relatos que conmueven la conciencia de todas las personas decentes: la población siria huye en masa de su país, sumido en una pavorosa espiral de crimen y violencia, y busca en Europa refugio (sobre todo estamos «viendo» a los que han quedado atrapados en las puertas de la unión, una gigantesca «minoría» de quienes buscan refugio huyendo del horror, la guerra y la miseria, situaciones que no solo se dan en Siria).

El sufrimiento de estas personas y familias (son cientos de miles… millones) es ostensible e insoportable. Aunque la situación era previsible, a las autoridades europeas parece que las cogió «desprevenidas». Da la impresión de que nadie esperaba que sucediera lo que inevitablemente tenía que ocurrir.

Más allá del análisis sobre la situación política, económica y social concreta que genera esta moderna diáspora, son evidentes dos cuestiones que desde Burgos ACOGE nos planteamos (una inmediata y otra de largo alcance): la primera, la más urgente, es la respuesta necesaria a la situación concreta. La segunda se refiere a cómo prever paliar e impedir que estas cosas sigan pasando en el futuro.

Con respecto a la primera pensamos que Burgos debe asumir el ineludible compromiso humanitario de acoger, dentro de sus posibilidades, a personas y familias sirias en esta calamitosa situación. Desde Burgos ACOGE hemos promovido y apoyamos todas las iniciativas encaminadas a declarar a Burgos «ciudad acogedora», tal como están haciendo otras muchas ciudades españolas.

Para ello, además de adoptar acuerdos institucionales como parece que sucederá, pensamos que se deben movilizar recursos e iniciativas concretas, lideradas por el Ayuntamiento, asegurando algunos mínimos:

  1. Que las entidades agrupadas en la «coordinadora de asociaciones proinmigrantes» asuman la participación activa en un proyecto común de ciudad, elaborado junto con el Ayuntamiento, para canalizar y orientar todas las iniciativas necesarias así como prever las dificultades que se puedan generar.
  2. Que el Ayuntamiento movilice recursos propios al efecto (de infraestructura, viviendas y otros) y que apoye técnica y económicamente a las entidades comprometidas.
  3. Habilitar un presupuesto específico dedicado a este asunto. Según nuestros cálculos y los de otras entidades serían necesarios 400.000 € para acoger en condiciones dignas a 100 personas durante un año.
  4. Recuperar el compromiso del 0,7% del presupuesto municipal para la cooperación al desarrollo que el Ayto. redujo considerablemente, así como el apoyo financiero al tercer sector que también declinó en los últimos años.

A partir de estos mínimos se pueden emprender, desde el conjunto de la ciudadanía burgalesa, iniciativas de todo tipo para responder con la mayor eficacia posible a esta compleja problemática. Es decir, proporcionar una respuesta coordinada entre administraciones y organizaciones de la sociedad civil en aras de ganar en eficacia y eficiencia humanitaria.

Pero es evidente que todo lo que podemos (y debemos) hacer ahora mismo no son mucho más que «paños calientes» a una situación cruel e inaceptable que debe abordarse en sus causas más remotas y estructurales. Al fin y al cabo, éste no es más que otro episodio de un proceso mucho más largo en tiempo, dimensión y alcance, y del que todos somos testigos: la diáspora masiva de gentes (cada vez más gentes, más decididas y más desesperadas), migrantes que buscan mejores horizontes o simplemente huyendo de realidades insoportables.

Esto no se puede sostener si no se abordan asuntos de fondo:

  1. Es evidente la necesidad de regular los flujos migratorios. No pueden venir a Europa todas las personas que quieren venir (son muchas, muchísimas, demasiadas) pues se produciría un colapso inmanejable. Pero… vivimos en un mundo que ha consagrado como valor supremo la libertad y la desregulación. Los capitales «migran» y se «asilan» sin control por todo el mundo en segundos, sin pagar ninguna tasa, las mercancías carecen casi por completo de controles (y se pretenden desregular aún más) y las materias primas también siguen la misma dinámica. Si el dinero y los bienes se concentran, las personas están forzadas a seguir ese mismo proceso. ¿Es tan difícil de comprender evidencia tan sencilla?
  2. Es necesario tener claro que la raíz última de esta dinámica infernal es la desigualdad creciente (entre zonas geográficas, entre países, entre personas…), que aumenta y aumenta, incesante e inexorable, y hace que la riqueza y el poder esté en muy pocas manos y cada vez se concentre en menos manos… este proceso es insostenible, debe revertir y revertirá (solo nos falta saber cuanto tiempo, sufrimiento, dolor y muerte costará).
  3. La libertad es una e indivisible. Su alcance no se puede limitar en función de intereses y cálculos más o menos inmediatos, particulares o egoístas. Para convivir colectivamente hay que organizar «humanamente» la convivencia de todos.
  4. Las relaciones (locales, nacionales, internacionales) son humanas cuando se asientan en la colaboración, la solidaridad, el apoyo mutuo y la cooperación. Dejan de serlo cuando se basan en la competencia, el interés privado y el egoísmo institucionalizado.

El fenómeno de los refugiados Sirios nos coloca ante un drama, una vergüenza y una oportunidad. Ante él los europeos estamos obligados a reaccionar como personas, como sociedad y también institucionalmente. Quizá logremos estar a la altura, aunque en principio no lo parece mucho. Éste será también un buen indicador para vislumbrar nuestro futuro como europeos.